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Vivimos en un estado carenciado

Vivimos en un estado carenciado

Cuando se insiste en aconsejar tomar a diario productos con cereales integrales de calidad, originales y fabricados mediante procesos artesanales que preservan las propiedades nutricionales del producto final, como ocurre por ejemplo con los panes de espelta, centeno o pan de frutas, se está haciendo referencia a necesidades básicas que necesita cubrir el organismo.

La industrialización de los últimos 150 años y el desarrollo del comercio han dado lugar a miles de productos procesados, compuestos congelados, en conserva, simplemente empaquetados, de todo tipo de alimentación, pero especialmente del sector del pan y la repostería. Se trata de procesados ricos en grasas saturadas hidrogenadas, azúcares refinados, lácteos procesados y harinas refinadas, que añaden además moléculas industriales como sabores, estabilizantes, colorantes, edulcorantes y otros, en su mayoría sustancias irreconocibles para un organismo aún primitivo como de “el hombre”.

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Pero obviando el riesgo potencial de perjuicios ocasionados para la salud mediante la alimentación constante con este tipo de sustancias, se suma otro factor desequilibrante: el nivel bajo de nutrientes necesarios. Estos procesados carecen en su mayoría de las sustancias nutricionales mínimas, tales como vitaminas, ácidos grasos y aminoácidos esenciales, antioxidantes, fibras vegetales y oligoelementos. Tanto es así, que la normativa europea competente en la industria alimenticia, exige un mínimo de un 15% de sustancias nutricionales en un “alimento procesado” y el resto basta con que sean sustancias que no representen un daño “evidente” para la salud. Este escenario, confirma que <estado carenciado>> permanente, que por tanto es acumulativo y representa un freno al proceso de envejecimiento saludable de las personas.

vivimos en un estado carenciado

El consejo es claro, contrarrestar esta tendencia acudiendo a productos frescos cada día, frutas y verduras, frutos secos crudos, carnes de blancas de corral (ave y conejo), huevos de corral, pescado salvaje preferiblemente pequeño, azul y de alta mar, y cereales integrales lo más originales posibles, que si son procedentes de elaborados del pan o la repostería, ofrezcan un resultado de alta calidad.